1. Sembrar desde la
infancia
Una parte muy
importante del modo como los niños pensarán y actuarán a lo largo de su vida
tiene que ver con el modo como piensan y actúan en su infancia. En la infancia
es donde se cimienta la construcción del «edificio» de la educación. Si en la
infancia no se han sembrado competencias personales como el autoconocimiento o
competencias sociales como la comunicación o la empatía, es muy difícil que
puedan aparecer después de un modo espontáneo. En la infancia se genera un
depósito emocional al que padres e hijos pueden «agarrarse» en momentos de
mayor distancia.
2. Coeducación
Familia/ Escuela
No es posible que los
niños alcancen un pleno desarrollo de sus competencias intelectuales y
emocionales si no es desde la coeducación Familia-Escuela. En la balanza de la
Coeducación, a la escuela le corresponde asumir el mayor peso en la formación
de competencias intelectuales – técnicas, y es la familia la que debe asumir el
mayor peso de la formación en valores y competencias emocionales. Cualquier
tipo de desautorización no hace sino restar consistencia y coherencia a todo
aquello que dicen o hacen los progenitores, abriendo la puerta, de par en par,
a otros agentes educativos cuyos fines no siempre buscan lo mejor de los
menores.
3. Ejemplaridad
Los niños aprenden de
lo que dicen los adultos pero, fundamentalmente, de lo que ven que hacen sus
padres. Como dice Einstein: «Dar ejemplo no es la principal manera de influir
sobre los demás, es la única». Cuando se dice algo y se hace justo lo
contrario, lo que los hijos/as interiorizan es la fragilidad de los principios
de sus padres. Sin la coherencia del decir y el hacer la actuación educativa
pierde toda su fuerza y sentido.
4. Equilibrio entre el
Sí y el NO
El NO también forma
parte de la educación. Cuando a un hijo/a se le educa siempre desde el SÍ, lo
que realmente aprende es a decir NO a sus padres. Los límites marcan los cauces
que harán más fácil a los niños el construir un modo personal y positivo de ser
y estar en la vida. Evitar el cansado conflicto del NO o sobreproteger para
evitar frustraciones son estrategias con un recorrido muy corto e ineficaz.
Poner límites no está reñido con la libertad.
5. Saber escuchar
Como decía Zenón, «la
naturaleza nos ha dado dos oídos y una boca para enseñarnos que más vale oír
que hablar». La única manera de que niños y niñas entiendan lo que se les dice
es entendiendo, primero, lo que ellos quieren decir. La empatía es el
fundamento sobre el que debemos construir todo proceso de comunicación entre
padres e hijos. Nunca debería entenderse la comunicación desde una perspectiva
«yo gano-tú pierdes», sino desde una dinámica «yo gano-tú ganas».
6. Pedagogía de la
calma
Los niños necesitan
tiempos para hacer, pero también tiempos para pararse a pensar en aquello que
hacen. La acumulación de actividades con el único fin de incrementar el
currículum en una sociedad que se «autodefine» como competitiva no puede
sustentarse si no se apoya en tiempos para la reflexión y la calma. Los niños y
niñas necesitan tiempos para "aburrirse” y los padres y madres necesitan
tiempos para transmitirles no solo conocimientos y habilidades técnicas, sino
todo el cariño que les tienen.

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