viernes, 16 de mayo de 2014


Habilidades sociales y de relación interpersonal

La convivencia en paz y libertad precisa de sujetos capaces de llevarla a cabo. No cualquiera está preparado para ello sino únicamente aquellos que han realizado un recorrido de aprendizaje y maduración como personas. El primer paso será un conocimiento sincero y profundo de nosotros mismos, nuestros valores, fortalezas y debilidades así como el reconocimiento de su procedencia: percibirnos como el cruce mestizo de las aportaciones de muchas personas y encuentros.
Es tarea de todos, y también nuestra, saber descubrir qué actitudes están enterradas en el fondo de nuestros corazones, cuál es el humus sobre el que está creciendo nuestra sociedad y erradicar los posibles motivos de separación y desconfianza. Será necesario que entre todos, los que vienen ahora y los que llegamos hace más tiempo, cultivemos (etimológicamente, cultura se relaciona con la acción de cultivar) valores de fraternidad, libertad, justicia, solidaridad, etc. Valores que nos permitan edificar una verdadera convivencia.
Una terapia sana puede ser intentar ponerse en la piel del otro, en las circunstancias tanto del que llega como del que está. Para ello son aspectos centrales:

-- Conocer las propias emociones para relacionarnos positivamente con nosotros mismos y con los otros;
--   Aprender a manejar esas emociones;
--   Reconocer las emociones de los demás, porque éste es un paso previo para situarnos en la perspectiva del otro, sentir lo que siente el otro;
--   Cultivar la escucha, comprender no sólo lo que otros dicen, sino también sus sentimientos y deseos;
--  Ejercitarse en la planificación y realización de actividades grupales: aceptar normas, articular los objetivos propios con los de otros miembros del grupo respetando puntos de vista diferentes y asumiendo las responsabilidades que correspondan;
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Lo contrario a esta perspectiva conduce a una sociedad a la defensiva, que busca soluciones basándose en el miedo, es decir, en el criterio de la fuerza o del dominio. Alcanzamos así una falsa convivencia; cada uno vive al lado del otro, pero se han creado nuevas fronteras: una calle, un barrio, una pandilla. Este tipo de sociedad no genera paz.


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